La adolescencia, esa etapa de la vida donde todo es un crecimiento, aprendizaje, proceso de transgresión… cuando aparecen los primeros signos perceptibles del inicio de la pubertad, la misma que ha venido sin avisar y que de golpe lo cambia absolutamente todo: nuestro cuerpo y su respectiva forma crece de la mano con nosotrxs, evoluciona el carácter y la mentalidad, la transformación del ambiente y entorno varia acorde a la percepción de la vida que tenemos en esos momentos en los que, la amplia mayoría, nos sentimos perdidxs e incomprendixs por cualquiera, incluyendo nosotrxs mismxs.
En Big Mouth, la nueva serie de animación para adultos (catalogada a partir de +16) de NETFLIX, habla de todo eso y más. Sus creadores: Nick Kroll, Andrew Goldberg, Jennifer Flackett y Mark Levin, acercan la adolescencia y el comienzo de la pubertad en la vida de unxs chicxs que están pasando por esa «etapa limbo» para convertirse en personas adultas que dejan atrás su niñez. Inspirada en la realidad global y experiencias genéricas de este ciclo evolutivo, la serie acerca y comparte con múltiples referencias humorísticas este capítulo de la vida de una forma peculiarmente entretenida jugando. El argumento también se basa en vivencias propias de algunos de sus creadores, concretamente de Kroll (que está «retratado» de forma ficticia a través del personaje de Nick) y Goldberg (caracterizado en la seria gracias al personaje de Andrew).

Nick Birch y Andrew Glouberman, los protagonistas principales, son dos pre-adolescentes de 12/13 años de edad que junto sus amigxs Jessi Glaser, Jay Bilzerian y Missy Foreman-Greenwald vivirán la rutina de ir al instituto mientras descubren todos los cambios que la vida les presentará en esta lección innata. Veremos sus cambios, físicos y mentales, así como la evolución de su madurez y sexualidad o la aceptación propia y hacia los demás (familia, amigxs, pareja…).
Todas las incertidumbres, dudas, pensamientos y reacciones internas que tienen los adolescentes se ven reflejadas por los monstruos de las hormonas, una forma de personificar en estado vivo ese alter ego de la conciencia personal y de las reflexiones internas con un toque peculiar de humor llevado al extremo, haciendo que esos monstruos interiores que todos tenemos dentro se reflejen en su estado puro, mostrándose salvajes en algunos casos pero libres y naturales ante todo y frente a cualquier circunstancia.
La serie tiene una cronología con sentido pero, sin embargo, cada episodio acerca de forma independiente un tema en concreto: la menstruación, la homosexualidad, la masturbación, la pornografía… son algunos de los ejemplos que se muestran a través de Big Mouth, temas políticos, culturales y sociales… clichés y tabúes que no solo preocupan al público joven. Se organiza, hasta la fecha, en capítulos de una media hora de duración, aproximadamente, repartidos en tres temporadas: las dos primeras constan de diez episodios cada una; la tercera sigue transcurriendo con el mismo, o incluso mayor, éxito desde su estreno el pasado mes de octubre y por ahora se desconoce el número exacto de capítulos.
La adaptación del guión original, muy acertada con el reparto de doblaje, acerca de forma muy positiva, a la par que efectiva, el sentido de humor tan «pop culture» y propio en otras series de animación para adultos como Family Guy, American Dad, The Simpson o BoJack HorseMan entre otras, siendo esta última comparada como la competencia más directa de Big Mouth; la última animación de NETFLIX sigue con esas características pero sin acabar de romper del todo el tópico típico ni tampoco su esencia: lo mantiene en una medida y ajuste, justo, de forma ciertamente eficaz, haciendo que los chistes malos previsibles nos provoquen gracia de verdad.
Personalmente, no sé si mi vida hubiese cambiado si durante mi adolescencia hubiera visionando una serie como BIG MOUTH, lo que si sé es que no estaría de menos, ni tampoco de más, que los temas que trata y deja en debates abiertos al público sobre la mesa con cada capítulo se deberían afrontar con más naturalidad y no solo en la etapa de desarrollo de la juventud, quizá en la rutina diaria y cada vez más monótona de la sociedad, esa misma que se declara libre pero cada vez parece condenarse por si sola en querer dejar de serlo entre otras cosas por muchos tabús, complejos y prejuicios innecesarios que se podrían dejar atrás y afrontar la vida, precisamente, con lo que muchas veces no consigue la pubertad y la adolescencia: madurez.