El artista llenó el centro multiusos de la ciudad como evento destacable de sus fiestas patronales. Un concierto que parecía un set íntimo para los vecinos del municipio ya que sus entradas fueron vendidas en su totalidad a los empadronados y apenas tuvo mayor comunicación que la aportada por el Ayuntamiento o sus medios locales, cosa que acabó indignando a parte de sus seguidores.
El concierto no defraudó, como ya nos tiene bien acostumbrados el asturiano. A las 22:00, con la puntualidad de un reloj, las luces se apagaron y con los asistentes expectante, Melendi apareció tras el vídeo temático que da entrada a su gira Likes y cicatrices junto los primeros acordes de su equipo de músicos sobre el escenario.
Un show “pequeñito” y enorme al mismo tiempo, cercano como es él, y con un público entregado, de todas las edades que disfrutaron bailando, saltando y coreando sus canciones tanto en la arena como en las gradas de la plaza, destacando en momentos donde sonaban letras tan míticas como Caminando por la vida, Como una vela, Tocado y hundido, Tu jardín con enanitos entre otras.
Hubo momentos especiales y divertidos como el ver a su hija Lola a hombros mostrando una pancarta que decía “Papá, te quiero” y que el cantante señaló con una gran sonrisa y buenas palabras, y momentos más profundos con sus habituales discursos donde nos hace reflexionar.
El tiempo pasó fugaz entre canción y canción, y entre discurso y discurso, lo cual acabó sabiendo “un poco a poco”. No sabemos por qué pero el setlist tuvo varias bajas, dejando un poco que desear, y nos quedamos con ganas de más, dejando un concierto de duración menor a la habitual. Además el sonido no fue muy bueno y muchas veces no se podía distinguir bien el discurso o la letra que estábamos presenciando, cosa que Melendi señaló en varias ocaciones para que su equipo pudiera ajustar. Un concierto que destacará en los vecinos de Las Rozas, pero que no resaltará en la trayectoria de la gira, como otros anteriores.
Dejando eso a un lado y mirando por las buenas experiencias, el broche de oro lo pone, como no, un “reggaeton” como dice Melendi. Lagrimas desordenadas empieza a sonar y junto a un público dándolo todo, el artista enloquece en su traca final, cantando, animando y con sus gestos más característicos, para después despedirse con su famoso “Manual de la felicidad” haciendo que una vez más, “Que no todas las despedidas sean amargas”.
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